Todo usuario informático sabe por experiencia que, en ocasiones, el ordenador es capaz de sacar de quicio hasta al más pintado. De hecho, según un estudio de la empresa Sosmatic, el 43% de los usuarios insulta o golpea a su ordenador con cierta frecuencia.
En los años que llevo dando clase de informática, he visto a más de un alumno perder los estribos cuando el ordenador se le cuelga o cuando un ejercicio no le sale. Pero de todos los casos, hay uno que recuerdo especialmente.
La alumna en cuestión era una chica muy modosita; trataba a todo el mundo con gran cortesía y amabilidad, preguntaba las dudas muy educadamente y nunca decía una palabra más alta que otra.
Un día se le atragantó un ejercicio. Me acerqué para echarle una mano, pero me dio la sensación de que no quería ayuda, que prefería seguir peleándose con el ordenador hasta lograr hacerlo ella sola, así que la dejé a su aire y seguí observándola desde lejos.
Primero le dio por revolverse en la silla. Luego comenzó toquetearse el pelo. Después pasó a murmurar algo entre dientes mientras daba golpecitos con el ratón en la mesa. Y, de repente, explotó. Se puso a gritar fuera de sí: “¡Puta mierda! ¡Puta mierda! ¡Qué asco de chisme, coño! ¡Puta mierda!”
Tras un rato gritando como una posesa y aporreando el ratón, se dio cuenta de que, tanto el resto de alumnos como yo, la estábamos mirando estupefactos. Entonces se puso roja como un tomate y con un hilillo de voz sólo atinó a decir: “es que no me sale”.
Un claro caso de locura informática transitoria, como el del tipo de este video.
En los años que llevo dando clase de informática, he visto a más de un alumno perder los estribos cuando el ordenador se le cuelga o cuando un ejercicio no le sale. Pero de todos los casos, hay uno que recuerdo especialmente.
La alumna en cuestión era una chica muy modosita; trataba a todo el mundo con gran cortesía y amabilidad, preguntaba las dudas muy educadamente y nunca decía una palabra más alta que otra.
Un día se le atragantó un ejercicio. Me acerqué para echarle una mano, pero me dio la sensación de que no quería ayuda, que prefería seguir peleándose con el ordenador hasta lograr hacerlo ella sola, así que la dejé a su aire y seguí observándola desde lejos.
Primero le dio por revolverse en la silla. Luego comenzó toquetearse el pelo. Después pasó a murmurar algo entre dientes mientras daba golpecitos con el ratón en la mesa. Y, de repente, explotó. Se puso a gritar fuera de sí: “¡Puta mierda! ¡Puta mierda! ¡Qué asco de chisme, coño! ¡Puta mierda!”
Tras un rato gritando como una posesa y aporreando el ratón, se dio cuenta de que, tanto el resto de alumnos como yo, la estábamos mirando estupefactos. Entonces se puso roja como un tomate y con un hilillo de voz sólo atinó a decir: “es que no me sale”.
Un claro caso de locura informática transitoria, como el del tipo de este video.
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